Mayami
Por fin llegamos al hotel, un monstruo de lujo de cinco estrellas en pleno Surfside con todas las comodidades, dónde la élite de la gira se alojaba, mientras que a los pringadillos les tocaba dormir en un barracón de dos estrellas (y al que parecía que le sobraban tres estrellas). Es lo que tienen los artistas de temporada: que como el año que viene encontrarán a otro, no se gastan más pasta de la necesaria en ellos. No son los Motorlovers precisamente.
Gracias a Dios, yo era de la élite. Soportar a la niñata tiene estas cosas: ella tenía una suite y yo la habitación de al lado, que se comunicaba con ella. También resultaba beneficiada por lo mismo Sheila, que a cambio procuraba estar lo menos posible por allí (y es que Raquelerre es mucha Raquelerre).
Miami es una ciudad curiosa. Por un lado es una ciudad usana con todo lo que implica, y por otra parte los cubanos le dan un aire especial... tanto que si hablas con uno de ellos la ciudad se llama "mi-a-mi", y si hablas con otras personas se llama "mai-a-mi".
En fin, el caso es que dos días después teníamos un concierto en la ciudad, ya que por lo visto los cubanos habían descubierto a Raquelerre en internet (que digo yo que habría mejores cosas para bajarse), y estaban como locos con ella. Y luego don Cándido se quejará amargamente de lo malo que es el P2P y lo cabrones que son los internautas que le roban sin piedad el dinero que brota del sudor de la frente... de otros.
Realmente no sé mucho más de la ciudad, ya que me pasé todo el día de tiendas con la cría esa, que se dejó unos 18 mil euros en tiendas de moda hiperfashion de Bal Harbour, como Cuco o CottonGang mientras yo me moría del asco lentamente. Mis súplicas a que nos fuésemos de paseo, a hacer turismo, a ver la ciudad o algo parecido cayeron en saco roto: Raquel estaba más interesada en comprarse una chaqueta de mil euros que en el barrio Art-Dèco... y ni siquiera pudimos ir a la playa porque ella decía que no quería que sus fans montasen un tumulto. En fin, espantoso.
Claro que ella tampoco lo pasó mucho mejor: visto que iba a tener que soportar estas neuras de gran estrella, no me corté en dar mi opinión acerca de las horteradas que compró y no dejé de hacerle ver la incongruencia entre sus principios de hiperconcienciada con comprarse unas gafas de 500 eurazos y que además le quedan como el culo. Así que ninguno de los dos disfrutó, pero me hice respetar: para la próxima ciudad ha prometido ir de turismo si me abstengo de hacer de crítico de moda.
Ya os contaré que tal nos va por Veracruz (México).
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Gracias a Dios, yo era de la élite. Soportar a la niñata tiene estas cosas: ella tenía una suite y yo la habitación de al lado, que se comunicaba con ella. También resultaba beneficiada por lo mismo Sheila, que a cambio procuraba estar lo menos posible por allí (y es que Raquelerre es mucha Raquelerre).
Miami es una ciudad curiosa. Por un lado es una ciudad usana con todo lo que implica, y por otra parte los cubanos le dan un aire especial... tanto que si hablas con uno de ellos la ciudad se llama "mi-a-mi", y si hablas con otras personas se llama "mai-a-mi".
En fin, el caso es que dos días después teníamos un concierto en la ciudad, ya que por lo visto los cubanos habían descubierto a Raquelerre en internet (que digo yo que habría mejores cosas para bajarse), y estaban como locos con ella. Y luego don Cándido se quejará amargamente de lo malo que es el P2P y lo cabrones que son los internautas que le roban sin piedad el dinero que brota del sudor de la frente... de otros.
Realmente no sé mucho más de la ciudad, ya que me pasé todo el día de tiendas con la cría esa, que se dejó unos 18 mil euros en tiendas de moda hiperfashion de Bal Harbour, como Cuco o CottonGang mientras yo me moría del asco lentamente. Mis súplicas a que nos fuésemos de paseo, a hacer turismo, a ver la ciudad o algo parecido cayeron en saco roto: Raquel estaba más interesada en comprarse una chaqueta de mil euros que en el barrio Art-Dèco... y ni siquiera pudimos ir a la playa porque ella decía que no quería que sus fans montasen un tumulto. En fin, espantoso.
Claro que ella tampoco lo pasó mucho mejor: visto que iba a tener que soportar estas neuras de gran estrella, no me corté en dar mi opinión acerca de las horteradas que compró y no dejé de hacerle ver la incongruencia entre sus principios de hiperconcienciada con comprarse unas gafas de 500 eurazos y que además le quedan como el culo. Así que ninguno de los dos disfrutó, pero me hice respetar: para la próxima ciudad ha prometido ir de turismo si me abstengo de hacer de crítico de moda.
Ya os contaré que tal nos va por Veracruz (México).
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Etiquetas: raquelerre