Sé tú mismo
"Sé tú mismo, el reality basado en el concurso de moda en Estados Unidos: Be Yourself!"
Así comienza cada día, como una aburridísima letanía el concurso este dónde una docena de pijos descerebrados compiten por ser el más guay, llevarse el calor de la audiencia y los 300 mil euros de premio. Es un programa poco recomendable que yo veía religiosamente cada mediodía con Marta, mi compañera de piso.
No penséis mal: ella cocina francamente bien (para eso estudia, de hecho) y odia fregar los platos, así que llegamos a un acuerdo amistoso que incluía tragarme el resumen diario del bodriete este a la hora de la comida.
El concurso, para aquellos que no viváis por aquí, consiste en que a doce seres sin inteligencia, que sabe Dios debajo de qué piedra fueron hallados, los encierran en una casa rodeados de decenas de cámaras y un ciento de micrófonos para no perderse ni una sóla de la increíble cantidad de vacuidades que eran capaces de proferir cada día:
- Tía, cuando entre en la casa me dije a mi mismo... esta nena tiene que ser pa'mi
ó esta, mucho mejor
- Entre tú y yo hay una relación profunda. Hay física (sic) entre nosotros.
En fin, la mecánica del concurso exige que cambien de imagen para expresar su verdadera personalidad, y para ello ponen todo tipo de accesorios, tales como ropajes horteras de vivos colores y exóticas costuras, complementos a juego, teléfonos de ultra-última generación, maquillajes especialmente desarrollados para el programa (y que luego salen a la venta), perfumes supuestamente exclusivos y sofisticados (y que no conoce ni su puta madre), y cualquier otra cosa que pueda prender en el pijerío con fuerza.
Además, aprenden a bailar algo que recuerda remotamente a la salsa y que les sirve para moverse al ritmo de Quiéreme Bandido de la mundialmente famosa Raquelerre; reciben cursos de maquillaje y estilismo (es curioso que se les colara uno con el pelo rapado a cero entre los concursantes); y también les instalaron un rockódromo para que practiquen deportes de riesgo. Por supuesto no podían faltar unas clases de cocina sofisticada que horrorizaban a Marta:
- ¿Quién es el cabestro que intenta hacer maridaje entre un vin de St. Marie de Ré y unas trufas de Nouvion?
Yo, ni papa, por supuesto, pero si ella lo dice...
En fin, a lo que iba. Qué pueden cambiar su imagen todo cuanto quieran, pero sin recurrir a la cirugía, que como dice la presentadora, esa gallina a medio desplumar que responde al nombre Asun García-Santos, "no tiene mérito".
Ya tiene cojones que lo diga quien se ha hecho una burrada de liposucciones y alberga en su blusa un par de melones de veinteañera cuando lo demás se nota que ha superado los cincuenta y se encamina presuroso a los sesenta.
Y para ayudarles a expresar mejor su personalidad disponen de la ayuda y el consejo de gente como el cortapelos ese de Racam Tomori (no es extranjero: es un alias de Ramiro Camilo Torres Mori). Así es que parece que hayan salido de un circo surrealista.
Prosigo, cada semana se nominan dos concursantes (a fin de polarizar a los demás y que tomen partido por uno u otro), y a los tres días el que más votos lleve para salvarse nombra a su vez a un tercero y él deja de estar nominado (supongo que así hay más gente votando y la cadena recauda más). Se supone que la audiencia expulsa al que es menos cool de los dos. Una cosa más: la elección se realiza de forma paritaria, ya que si se expulsa a un chico una semana, a la siguiente hay que expulsar a una chica (y viceversa).
Y como tanta clase y tanto cambio de look en busca de la personalidad que jamás tuvieron les deja tiempo libre, y teniendo en cuenta que son seis chicos y seis chicas, y que están todos más salidos que el pico de una plancha, podéis imaginaros a qué tipo de actividades recreativas se dedican (exacto: no es el rockódromo a lo que dedican las horas muertas, y exacto, eso explica lo de la paridad).
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Por mi parte, este día en particular me dolía la cabeza enormemente por culpa de la resaca de la noche anterior. Fue divertido estar en la Xtrazone con Elisa y la gente de la gira de Raquelerre y ver como ponían a parir a la ídolo de adolescentes del momento. Nunca he oído a nadie hablar tan mal de otra persona (ni siquiera yo hablaba tan mal de Alfonso Otero después de que me enviara a sexta convocatoria...). Ni siquiera las pescaderas tienen un vocabulario tan esmerado a la hora de definir las taras físicas y mentales de una persona que les caiga particularmente mal.
Así que allí estaba, como una ameba delante de un plato de una especialidad japonesa que (gracias al cielo) no contaba con el pescado crudo como uno de sus ingredientes, esperando a que la publicidad me liberara de los ocho marcianos que aún quedaban en concurso... cuando sonó mi teléfono
- Álex, te llamo de Madrid. Haz las maletas.- me dijo Elisa al otro lado de la línea.- Te vienes con nosotros a México.
- ¿Qué?- acerté a responder.
- La última asistente de Raquelerre dimitió ayer, y como no tenemos tiempo para buscar a otra, el jefe de gira me ha dicho que te contrate.
- Estas de broma.- dije.- ¿Y yo que pinto ahí?
- El sueldo que te pagarían es de...- casi me caigo de la silla.
- Me has convencido ¿Dónde tengo que ir?
- Vete al aeropuerto y coge el avión de las siete. Nuestro vuelo sale a las diez de la noche de Barajas, así que tienes el tiempo justo para llegar aquí, ir a la terminal y embarcar.
- No tengo tanto dinero como para coger un billete a Madrid.
- Presenta el carné en el mostrador de la compañía. Lo tendrán allí cuando llegues.
Bien, parece que mi vida acaba de cambiar: quería ser ingeniero informático, pero ahora seré niñera de una diva adolescente insoportable cuyas canciones odio en lo más profundo de mi alma, y todo ello a miles de kilómetros de casa. Puede ser interesante
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Así comienza cada día, como una aburridísima letanía el concurso este dónde una docena de pijos descerebrados compiten por ser el más guay, llevarse el calor de la audiencia y los 300 mil euros de premio. Es un programa poco recomendable que yo veía religiosamente cada mediodía con Marta, mi compañera de piso.
No penséis mal: ella cocina francamente bien (para eso estudia, de hecho) y odia fregar los platos, así que llegamos a un acuerdo amistoso que incluía tragarme el resumen diario del bodriete este a la hora de la comida.
El concurso, para aquellos que no viváis por aquí, consiste en que a doce seres sin inteligencia, que sabe Dios debajo de qué piedra fueron hallados, los encierran en una casa rodeados de decenas de cámaras y un ciento de micrófonos para no perderse ni una sóla de la increíble cantidad de vacuidades que eran capaces de proferir cada día:
- Tía, cuando entre en la casa me dije a mi mismo... esta nena tiene que ser pa'mi
ó esta, mucho mejor
- Entre tú y yo hay una relación profunda. Hay física (sic) entre nosotros.
En fin, la mecánica del concurso exige que cambien de imagen para expresar su verdadera personalidad, y para ello ponen todo tipo de accesorios, tales como ropajes horteras de vivos colores y exóticas costuras, complementos a juego, teléfonos de ultra-última generación, maquillajes especialmente desarrollados para el programa (y que luego salen a la venta), perfumes supuestamente exclusivos y sofisticados (y que no conoce ni su puta madre), y cualquier otra cosa que pueda prender en el pijerío con fuerza.
Además, aprenden a bailar algo que recuerda remotamente a la salsa y que les sirve para moverse al ritmo de Quiéreme Bandido de la mundialmente famosa Raquelerre; reciben cursos de maquillaje y estilismo (es curioso que se les colara uno con el pelo rapado a cero entre los concursantes); y también les instalaron un rockódromo para que practiquen deportes de riesgo. Por supuesto no podían faltar unas clases de cocina sofisticada que horrorizaban a Marta:
- ¿Quién es el cabestro que intenta hacer maridaje entre un vin de St. Marie de Ré y unas trufas de Nouvion?
Yo, ni papa, por supuesto, pero si ella lo dice...
En fin, a lo que iba. Qué pueden cambiar su imagen todo cuanto quieran, pero sin recurrir a la cirugía, que como dice la presentadora, esa gallina a medio desplumar que responde al nombre Asun García-Santos, "no tiene mérito".
Ya tiene cojones que lo diga quien se ha hecho una burrada de liposucciones y alberga en su blusa un par de melones de veinteañera cuando lo demás se nota que ha superado los cincuenta y se encamina presuroso a los sesenta.
Y para ayudarles a expresar mejor su personalidad disponen de la ayuda y el consejo de gente como el cortapelos ese de Racam Tomori (no es extranjero: es un alias de Ramiro Camilo Torres Mori). Así es que parece que hayan salido de un circo surrealista.
Prosigo, cada semana se nominan dos concursantes (a fin de polarizar a los demás y que tomen partido por uno u otro), y a los tres días el que más votos lleve para salvarse nombra a su vez a un tercero y él deja de estar nominado (supongo que así hay más gente votando y la cadena recauda más). Se supone que la audiencia expulsa al que es menos cool de los dos. Una cosa más: la elección se realiza de forma paritaria, ya que si se expulsa a un chico una semana, a la siguiente hay que expulsar a una chica (y viceversa).
Y como tanta clase y tanto cambio de look en busca de la personalidad que jamás tuvieron les deja tiempo libre, y teniendo en cuenta que son seis chicos y seis chicas, y que están todos más salidos que el pico de una plancha, podéis imaginaros a qué tipo de actividades recreativas se dedican (exacto: no es el rockódromo a lo que dedican las horas muertas, y exacto, eso explica lo de la paridad).
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Por mi parte, este día en particular me dolía la cabeza enormemente por culpa de la resaca de la noche anterior. Fue divertido estar en la Xtrazone con Elisa y la gente de la gira de Raquelerre y ver como ponían a parir a la ídolo de adolescentes del momento. Nunca he oído a nadie hablar tan mal de otra persona (ni siquiera yo hablaba tan mal de Alfonso Otero después de que me enviara a sexta convocatoria...). Ni siquiera las pescaderas tienen un vocabulario tan esmerado a la hora de definir las taras físicas y mentales de una persona que les caiga particularmente mal.
Así que allí estaba, como una ameba delante de un plato de una especialidad japonesa que (gracias al cielo) no contaba con el pescado crudo como uno de sus ingredientes, esperando a que la publicidad me liberara de los ocho marcianos que aún quedaban en concurso... cuando sonó mi teléfono
- Álex, te llamo de Madrid. Haz las maletas.- me dijo Elisa al otro lado de la línea.- Te vienes con nosotros a México.
- ¿Qué?- acerté a responder.
- La última asistente de Raquelerre dimitió ayer, y como no tenemos tiempo para buscar a otra, el jefe de gira me ha dicho que te contrate.
- Estas de broma.- dije.- ¿Y yo que pinto ahí?
- El sueldo que te pagarían es de...- casi me caigo de la silla.
- Me has convencido ¿Dónde tengo que ir?
- Vete al aeropuerto y coge el avión de las siete. Nuestro vuelo sale a las diez de la noche de Barajas, así que tienes el tiempo justo para llegar aquí, ir a la terminal y embarcar.
- No tengo tanto dinero como para coger un billete a Madrid.
- Presenta el carné en el mostrador de la compañía. Lo tendrán allí cuando llegues.
Bien, parece que mi vida acaba de cambiar: quería ser ingeniero informático, pero ahora seré niñera de una diva adolescente insoportable cuyas canciones odio en lo más profundo de mi alma, y todo ello a miles de kilómetros de casa. Puede ser interesante
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Etiquetas: raquelerre
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